camino

Videojuegos

Lo reconozco, me gustan los videojuegos.

Hace unos días me fijaba en un niño de unos diez años tratando de hacer todo lo posible por superar obstáculos en uno de estos videojuegos. Movimientos a la derecha, saltos, frenazos, lanzamiento de objetos… Estaba tan enfrascado que parecía que le fuese la vida en ello.

Lo cierto es que me sorprendió su ensimismamiento, a pesar de que parecía complicado, no paraba de sonreír y de intentar pasárselo una y otra vez. Estoy casi seguro de que había perdido la noción del tiempo.

– ¿Por qué te gustan tanto los juegos?

– No lo sé… Son juegos.

Esa respuesta me hizo reflexionar al llegar a casa. Me puse a recordar la cantidad de horas que he pasado siendo un chaval, y no tan chaval, dedicado a los videojuegos. Disparar, correr, saltar, robar, ayudar, interactuar con otros personajes o jugadores, ganar dinero, comprar armas u objetos… Todo con tal de llegar al final. A veces incluso, cuando me quedaba bloqueado, buscaba guías o atajos a través de internet.

En cierto modo tenía la sensación de haber perdido el tiempo. Horas y horas jugando, buscando un único objetivo: el final del juego.

¿Y ahora qué?

 

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