Reflexiones

Crisis de valores

Cuatro años han pasado desde que comencé aquella aventura llamada emancipación, (hecho que como sigamos así pronto nos parecerá extraño); atrás quedaron aquellas despedidas, y las primeras y difíciles semanas lejos de algo tan importante (si no es lo más) como es la familia. Aunque apenas nos separaban un par de cientos de kilómetros, cada vez que volvía a casa de mis padres la sensación de que algo me había perdido era mayor; había momentos que me sentía como un extraño, y otros incluso pensaba que el distanciamiento con mi familia no era solo cuestión de kilómetros. Son momentos difíciles no solo para ti que te vas de casa, sino para los que quedan atrás, porque ellos también tienen que acostumbrarse a vivir sin ti.

Ahora, después de todos esos buenos y malos momentos, creo que ese distanciamiento fue positivo, porque gracias a él he aprendido a valorar más a mi familia y es ahora que vivo lejos cuando más unido me encuentro con todos ellos.

familia

¿Y por qué me ha dado por pensar  en todo esto? Bueno, quizás los 80 minutos que nos hemos tirado mi hermano y yo al teléfono tengan mucho que decir en esto. Vale, algunos pensarán que el hecho de tener un blog conjunto es una razón de peso para mantener una conversación tan larga, pero nada que ver, 80 minutos dan para mucho, y entre el cine, los juegos, el fútbol y las banalidades, me quedo con una cosa: Los valores. Así dicho, suena extraño, y otros (no tienen por qué ser los mismos de antes) pueden pensar que hablamos de dinero. Pues no.

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Videojuegos

Lo reconozco, me gustan los videojuegos.

Hace unos días me fijaba en un niño de unos diez años tratando de hacer todo lo posible por superar obstáculos en uno de estos videojuegos. Movimientos a la derecha, saltos, frenazos, lanzamiento de objetos… Estaba tan enfrascado que parecía que le fuese la vida en ello.

Lo cierto es que me sorprendió su ensimismamiento, a pesar de que parecía complicado, no paraba de sonreír y de intentar pasárselo una y otra vez. Estoy casi seguro de que había perdido la noción del tiempo.

– ¿Por qué te gustan tanto los juegos?

– No lo sé… Son juegos.

Esa respuesta me hizo reflexionar al llegar a casa. Me puse a recordar la cantidad de horas que he pasado siendo un chaval, y no tan chaval, dedicado a los videojuegos. Disparar, correr, saltar, robar, ayudar, interactuar con otros personajes o jugadores, ganar dinero, comprar armas u objetos… Todo con tal de llegar al final. A veces incluso, cuando me quedaba bloqueado, buscaba guías o atajos a través de internet.

En cierto modo tenía la sensación de haber perdido el tiempo. Horas y horas jugando, buscando un único objetivo: el final del juego.

¿Y ahora qué?

 

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Ese gran devorador de sueños

El pasado 25 de abril me reincorporé al trabajo tras un largo periodo de baja. Cuando me fracturé la clavícula hace ya más de un año lo primero que me vino a la cabeza es que mi sueño de seguir creciendo profesionalmente corría serio peligro de convertirse en un imposible; las complicaciones en el proceso de recuperación ayudaron a alimentar esa idea.

 

Es cierto que aún no estoy del todo recuperado y que tardaré algún tiempo en poder hacer con normalidad cosas tan cotidianas como cambiar un bombilla, pero si algo ha cambiado en mi, es la forma de afrontar los problemas. En una situación así, solo hay dos caminos: El de la autocompasión y el de la aceptación. Yo he decidido tomar el segundo, aceptar lo que ha ocurrido, mirar para adelante e intentar hacer realidad mis sueños, porque aunque ese camino no sea tan fácil como antes de la lesión, con esfuerzo todo es posible. Según se acercaba el día de la reincorporación muchos me decían que se acababa lo bueno, que lo iba a pasar mal y que se estaba mejor en casa. Ahora, después de varios turnos, puedo decir que se equivocaban. Necesitaba volver a trabajar, volver a sentirme útil, y volver a darle un sentido a mi vida, volver a poner en el horizonte sueños y objetivos que alcanzar. Puede que al principio uno se sintiera cómodo bajo una absoluta anarquía en cuanto a horarios y con todo el tiempo del mundo para hacer lo que uno quisiera (y el cuerpo le permitiera claro), pero esa es una situación que llega a cansar e incluso agobiar. Yo he estado parado debido a un problema físico, no me quiero imaginar lo que debe de significar estar así debido a la falta de trabajo.

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Zapatillas nuevas, zapatillas viejas.

Las tiendas de barrio son un regalo. Las de barrio de verdad, las de toda la vida. Si tienes la suerte de conocer alguna con el bagaje suficiente, te das cuenta de que se han convertido en joyas de la sociedad, casi en máquinas del tiempo.

Resisten, a diferencia de las grandes superficies, a los cambios y las modas, con una actitud lo suficientemente hierática como para tener un déjà vu cada vez que pasas delante de sus escaparates. Son tiendas que cambian tan poco que a veces consiguen mimetizarse, formar parte del mobiliario urbano haciendo que olvidemos que están ahí. Cada día que pasas ves los mismos artículos. Una y otra vez. Los mismos precios, alguna vez incluso en pesetas, después de tantos años. Me pregunto si no serán una especie de laboratorios de investigación sociológica.

 

 

Ahí radica su magia, en resistir al paso del tiempo. En dar la oportunidad, a quien lo desee, de observar cómo eran las cosas tiempo atrás…

El caso es que el otro día pasé por una de las que aún tenemos en mi barrio y, sin saber muy bien porqué, me detuve a mirar el escaparate. Cual fue mi sorpresa cuando vi que todavía guardaban un par de las mismas zapatillas que llevaba puestas en ese momento.

Las típicas zapatillas con las que, aunque viejas, algo sucias y puede que rotas como consecuencia del desgate, te sientes muy cómodo. Son tus zapatillas, llevas mucho tiempo con ellas, conoces cada esquina, cada roto e imperfección. Tus pies incluso se han acostumbrado a esas, a priori, incomodidades.

Sin pensármelo dos veces entré en la tienda y pedí mi número. Lo tenían.

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Anoche rompí mi pijama…

No se muy bien la razón, pero soy una de esas raras personas que pasa más horas al día con el pijama puesto que con ropa de calle. Mi pijama es especial. Tiene algo que me hace sentir muy cómodo. Es ponérmelo y los problemas parecen menos, como si de un traje de superhéroe se tratara.

El caso es que anoche lo rompí. Sé que es algo muy común, seguramente todos los días le suceda lo mismo a muchas otras personas, seguramente no le den mayor importancia, dándole mejor vida convirtiéndolo en trapos o simplemente tirándolo a la basura.

Pero mi pijama no es un pijama cualquiera, y no escribiría esto si así fuera. Lo de anoche fue un tanto extraño, fue el remate, el punto y final, el agradecimiento a los servicios prestados.

 

 

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¿Por qué me gusta el fútbol?

Intento echar una mirada al pasado para responder a esa pregunta que tantas veces me he hecho: ¿Por qué me gusta el fútbol? A mi padre no le gustaba el fútbol, asique por su parte no existía ninguna influencia en ese sentido, pero aquellos dibujos jóvenes futbolistas y de campos de fútbol kilométricos cuyo nombre es de sobra conocido, cuyas aventuras queríamos revivir en el recreo, quizás fuera una razón suficiente para iniciarme en esto del fútbol.

Sin embargo, yo solo veía el fútbol como un juego  más, no como una afición, y aunque tengo vagos recuerdos de Mundiales y Eurocopas, que en mi casa no se hablara de fútbol no ayudó mucho a que me familiarizara con equipos y jugadores. Solo cuando empecé a pasar más tiempo con mi tío “Pepe” empecé a enterarme de que iba esto del fútbol. Él era del Real Madrid, y a la par que dábamos patadas a un balón, intentaba contagiarme del madridismo que su padre le había contagiado a él. A pesar de sus intentos, yo aún no tenía claro si me gustaba el Real Madrid porque mi tío decía que era el mejor, si me gustaba el Atlético de Madrid porque me habían regalado un banderín o del Barcelona por picar a mi tio.

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Hansel y Gretel

Me inicio en el mundo de los blogs.

Si, después de mucho insistirle a mi hermano para que lo tuviera preparado, por fin encuentro un momento de tormentosa tranquilidad. Tormentosa porque considero precioso tener ideas en la cabeza que nos inquieten, que nos hagan sonreír o llorar, que nos inviten a pensar, a buscar rayos de luz… que nos hagan perder el sueño al fin y al cabo.

Este blog, nuestro blog, no pretende pecar de prepotente. Como todo ser humano, tendremos ratos para la reflexión, la opinión, la actualidad o el cine, por citar ejemplos. Tiene la peculiaridad de ser compartido, por dos personas con diferentes maneras de pensar pero una misma forma de entender la vida.

 

 

Personalmente, escribo, básicamente y con perdón, «porque me da la gana», porque siento la necesidad de contaros aquello que se me pasa por la cabeza, de desenredar el pensamiento que tantas veces me ha traicionado. Porque como dice mi hermano, será bonito e interesante ir viendo la evolución en la manera de pensar, reflejada en estas líneas.

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Viernes noche… de reflexiones

Lo sé, últimamente me repito mucho, pero la verdad es que esa sensación de que «el tiempo pasa demasiado rápido» es una constante en mi vida. Esperaba ver una entrada escrita por mi hermano antes de escribir yo de nuevo, pero tras haberle dado bastante ventaja, he decidido ponerme manos a la obra, aunque me consta que ya está trabajando en ello.

 

No veo mucho la TV, no me gusta depender de horarios fijos para ver un determinado programa o el nuevo capítulo de mi serie favorita, tampoco me gusta la línea que han decidido seguir algunas cadenas, y en cuanto a la información suelo recurrir a Twitter para conocer la actualidad de una forma diferente a la que nos los medios de comunicación. Creo que hemos llegado a un punto en el que, salvo contadas ocasiones, eso de la objetividad parece algo del pasado, y eso ya no va conmigo. Es cierto que todos nos solemos posicionar de un lado o de otro según nuestras convicciones, costumbres o ideales, es algo normal, pero tratándose de medios de comunicación no creo que sea lo más adecuado. Twitter en cambio me ofrece diferentes puntos de vista (salvo que seas de esas personas que solo sigues a los que piensan como tú) sobre cualquier tema de actualidad (o no).

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Nunca es tarde para volver a escribir

Parece mentira, pero hace cuatro días estábamos celebrando la Navidad, y ya casi que hemos acabado también con uno de los meses de febrero más fríos que recuerdo. ¿Y por qué vengo ahora con estas? Porque lejos, muy lejos, queda también aquel día que hablé con mi hermano Víctor sobre la posibilidad de crear un blog en el que ambos poder escribir.

 Batman vs Spiderman

Mi intención era la de crear un diseño propio, pero a pesar de haberle dedicado muchas horas a aprender todo lo necesario, nunca me parecía suficiente, y ese afán por mejorar y por hacer algo único solo retrasaba cada vez más el estreno de nuestro blog. Finalmente me decidí por traducir y modificar un diseño ya existente para poder empezar a escribir, y así a la vez, ir desarrollando con más tiempo y sin prisas un diseño más personal.

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