Anoche rompí mi pijama…

No se muy bien la razón, pero soy una de esas raras personas que pasa más horas al día con el pijama puesto que con ropa de calle. Mi pijama es especial. Tiene algo que me hace sentir muy cómodo. Es ponérmelo y los problemas parecen menos, como si de un traje de superhéroe se tratara.

El caso es que anoche lo rompí. Sé que es algo muy común, seguramente todos los días le suceda lo mismo a muchas otras personas, seguramente no le den mayor importancia, dándole mejor vida convirtiéndolo en trapos o simplemente tirándolo a la basura.

Pero mi pijama no es un pijama cualquiera, y no escribiría esto si así fuera. Lo de anoche fue un tanto extraño, fue el remate, el punto y final, el agradecimiento a los servicios prestados.

 

 

Llevaba con él bastantes años, y a lo largo del tiempo ya había tenido algunos pequeños percances: Un jirón por aquí, otro por allá, manchas de ketchup o chocolate e incluso malos olores… pero nada que no se pudiera arreglar. Gajes del oficio, supongo.

Poco a poco, El Pijama se había ido convirtiendo en un diario del navegante, como una segunda piel donde se iban tatuando mis aventuras y desventuras, como las canas del cincuentón o las patas de gallo de quien ha sentido mucho.

Como decía, rompí mi pijama. De la manera más tonta. Limpiando. Una mancha de lejía me “saltó” en el pecho y la parte baja, en un lugar lo suficientemente visible como para verlo incluso de puesto, como para sentirme incomodo con el que otrora fue mi protector.

De repente, aquello que siempre me dio tranquilidad comenzó a incomodarme. Esas pequeñas manchas, visibles todo el tiempo, me hacían darme cuenta de que había estado haciendo algunas cosas mal… Hasta ahora no había sido nada preocupante, nada que saltase a la vista, pero tener el recuerdo constante, ver a cada momento tus errores, es demasiado incluso para un pijama mágico.

Para bien o para mal había sido mi diario, y ver el contraste de la lejía me hacía pensar en muchas cosas. ¿Era el pijama lo que me preocupaba o simbolizaba algo más? ¿Un toque de atención? ¿Poesía universal? ¿Simple dramatismo? ¿Pura casualidad?

Por suerte solo se trata de un pijama…

 

 Quizá solucionemos su impulso de pensar en voz alta… pero seguirá siendo él quien lo piensa.