Mi nuevo compañero de piso

Tengo la suerte de haber coincidido siempre con muy buenos compañer@s de piso. De todos he aprendido siempre algo valioso. Ahora, tras la marcha de uno muy especial, tengo otro nuevo.

Es un tipo curioso. Salmantino también, con bastante experiencia en Madrid.

Ingeniero en una empresa que se dedica a climatizar locales para clientes de todo tipo, importantes y menos importantes. No parece el trabajo de su vida, pero lo tiene bastante controlado, o al menos esa es la sensación que me ha dado escuchando.

El cliente (Starbucks, McDonalds, C&A…) tiene un local que climatizar y pide a la empresa que le presente un proyecto con todo lujo de detalles: normativa, alternativas para cubrir objetivos, inconvenientes, tipos de materiales, consumo, presupuesto…

Cada departamento de la empresa se encarga de una parte, como es lógico, para después reunirse y armar entre todos el proyecto. Siempre surgen pequeñas disfuncionalidades o malos entendidos: «¿Quién coño ha tenido la idea de poner aquí este extractor?». «¿No habíamos dicho que las tomas las pondríamos orientadas al contrario?»

Lo típico. Mi nuevo compañero dice que tiene una especie de registro con todo lo que le piden para ahorrarse problemas.

No deja de resultar llamativo que haya hostias (si, con hache) entre la dirección, la producción, los curritos y este o aquel departamento. Cada cual tiene su visión y cada uno lo haría de una manera diferente, aún teniendo en cuenta que todos van en el mismo barco.

Al fin y al cabo el cliente no quiere preocupaciones, clarifica sus exigencias y de ahí que necesite un proyecto que le de forma, un contrato que sirva un poco de descargo de responsabilidades si las cosas no salen como se presuponía.

En la vida real nos pasa un poco lo mismo. Tenemos aspiraciones, planes, deseos (familiares, laborales, de pareja…) etc, que cuando requieren de la participación de otros suponen contrastar opiniones, aceptar ideas, adoptar otros puntos de vista…  algo que puede generar incomodidades que a veces resultan difíciles de asumir y compatibilizar.

Al igual que seguramente suceda en la empresa de mi compañero, por muy bien que intentemos hacerlo todo, no siempre los proyectos llegarán a buen puerto.

Y no pasa nada. No hacen falta contratos ni una aterradora letra pequeña, basta con que cada uno pongamos lo máximo de nuestra parte, siendo honestos con nosotros mismos y con el resto.

El camino es uno, o varios, pero el objetivo (el barco, el proyecto…) no se diferencia mucho entre los individuos, por eso comunicar no es tanto una cuestión de transmitir como de construir.

Solo se ignoran dos cosas: las que no son importantes y las que se desearía que no lo fueran. Y desear nunca funciona…