La inercia del fracaso

Acabo de tener una enriquecedora discusión con mi habitual grupo de amigos.

Ahora que está reciente el clásico del fútbol español, el Real Madrid – Barcelona, o a la inversa, es muy común hacer comparativas entre entrenadores, jugadores, presidentes etc… Y como no podía ser de otra manera, todas esas comparaciones siempre desembocan en lo mismo: Los resultados.

Ese gol en la prorroga de la final de un mundial, las últimas pedaladas de un interminable ascenso, el giro de cuello para tomar aire o los segundos de concentración antes de golpear una pelota de golf… Todo eso, que sucede en un suspiro, lleva detrás un enorme trabajo, no se trata de simple suerte, talento o coincidencia.

Estamos tan acostumbrados a ver solo los highlights que ya nadie pregunta por el proceso. Solo importa el éxito, que es el mejor de los resultados.

Pero, ¿qué sucede cuando ocurre justo lo contrario? ¿Cuándo el resultado es el fracaso?

 

Según la Real Academia Española un fracaso es:

1. Malogro, resultado adverso de una empresa o negocio.

2. Suceso lastimoso, inopinado y funesto.

3. Caída o ruina de algo con estrépito y rompimiento.

4.  Disfunción brusca de un órgano.

 

Entre mis amigos hubo quién dijo que el fracaso es el primer paso para llegar al éxito. Lo cual tiene bastante sentido.

Me contaba que hacía unas semanas, tras dar las notas de un examen a sus alumnos, había uno de ellos llorando y que cuando fue a consolarlo sucedió algo así:

– ¿Por qué lloras?

– Porque tengo 5,7…

– ¿Qué sucede, esperabas mejor nota?

– No. Es que en mi anterior colegio siempre me ponían ceros…

 

Corrigiendo con otro alumno ese mismo examen, dice que en este caso el ejercicio estaba casi perfecto, apenas tenía 3 ó 4 fallos sobre unos 25 items. El alumno, nervioso ante esos minúsculo fallos, le preguntaba por su nota…

– Entonces, ¿qué nota tengo? Eso es un cero, ¿verdad?, está muy mal, ¿verdad?

 

Increible.

Esos niños, tan acostumbrados al fracaso, tan empujados por la inercia de errar una y otra vez, habían convertido éste en su zona de confort. Como si esperasen que cada cosa que hicieran terminase del mismo modo. Un resultado familiar, el que tantas veces habían visto y tan fácil les resultaba digerir.

Eso cuando se tiene estómago suficiente para seguir tropezando una y otra vez con la misma piedra y no abandonar por el camino.

¿Nunca habéis tenido miedo a lo desconocido? ¿Por bueno que fuera?

No es cuestión de resultados. Se trata más bien de cómo se van salvando cada uno de los obstáculos, como se interpreta cada pequeña victoria, cada pequeño tropiezo, se trata del jugo extraído de cada experiencia. Porque sin cada una de esas gotas no habría un último suspiro, una foto finish.

 

Siempre lo intentaste y siempre fallaste. No importa. Inténtalo de nuevo, falla de nuevo, falla mejor.